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LA ENEIDA

tirar la lijera flecha y poneles á la vista los premios.

Levanta con la potente mano el mástil de la nave de Sergesto y suspende en su estremidad una paloma atada de una cuerda, como blanco de las flechas. Reunidos los arqueros, un casco de bronce recibe los nombres de ellos, que han de sacarse por suerte. El primero que sale con grandes aplausos es el de Hipocoon hijo de Hyrraceo. Siguele Muesteo que recien acababa de ser declarado vencedor en el certámen naval. Nesteo que fue coronado con la verde oliva, Euricion era el tercero, hermano tuyo, ¡ilustre Pandaro! que en otro tiempo inducido por Palas á romper los tratados, fuisteis el primero en arrojar un dardo en medio de los Griegos.

El nombre de Acestes que se habia atrevido á participar de estos juveniles ejercicios, queda el último en el fondo del yelmo. Entonces cada uno de ellos con sus valientes fuerzas encorva el flexible arco y sacan las flechas del carcax. La del joven hijo de Hyrtaceo es la primera que de la resonante cuerda sale azotando los lijeros aires; corre por el espacio, llega y se clava en el mástil que estaba al frente. El madero temblo; la ave espantada sacudió de susto sus alas, y el campo y las riberas todas resonaron con inmenso aplauso. Se presenta despues el ardiente Muesteo con el arco tendido, la cabeza levantada, fijando en el blanco sus ojos y la flecha; pero el desgraciado no pudo tocar con la flecha el cuerpo de la ave, mas corto el nudo y la cuerda de lino de la cual