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LIBRO QUINTO

otra vuelve á traerle. Entonces el padre Eneas no permitiendo que fueran mas adelante los furores de Entelo, ni que su fiera alma se embraveciera mas, puso fin al combate, arrancando de alli al cansado Dares. Consuélale con dulces palabras y le habla asi: "¡Desdichado! ¿qué frenesi tan grande turba tu alma? No sientes sobre ti fuerzas que no son humanas y la presencia de Divinidades enemigas? rindete á un Dios.” Dijo, y á su voz cesó el combate. Al punto sus fieles amigos le llevan á las naves arrastrando sus desfallecidas rodillas, flotando su cabeza sobre uno y otro hombro, y arrojando de la boca espesa y negra sangre y los dientes revueltos en ella. Lo llamaron y le entregan el casco y la espada, dejando la victoria y el toro para Entelo. Este, triunfante, soberbio y orgulloso con el premio dice aşi: ", Hijo de una Diosa! y vosotros Troyanos! vais á saber cuales fueron mis fueros en la juventud y de cual muerte habeis librado á Dares." Dijo, y se puso enfrente del toro que estaba allí como premio del combate, y levantando hacia atras su diestra, descargó los duros cestos en medio de los cuernos, y los hundió entre los huesos del despedazado cérebro. Temblando el exánime toro, cae en tierra y muere. Entelo puesto sobre el lanza de su pecho estas palabras: “Erix, yo te ofrezco en lugar de la vida de Dares esta victima mas digna. Vencedor, renuncio aqui á mi arte, y depongo los cestos".

Encas invita luego á los que quieran competir á