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LA ENEIDA

" Jamás el miedo extinguió en mi pecho el deseo de honor y de gloria, mas mi sangre helada por la tarda vejez, desfallece mi cuerpo, y mis agotadas fuerzas han desaparecido de mis miembros. Si ahora yo estuviera en aquellos floridos años en que goce de lo que este insolente tanto presume con vana confianza, saldria á la palestra, no llevado por el premio ni por ese hermoso toro, pues yo no cuido de recompensas". Diciendo asi, arroja en medio de la lid dos cestos de monstruoso peso que el ardiente Erix acostumbraba llevar en sus manos en los combates, engastando sus brazos con los fuertes correones. Se asombran todos de tan grandes mazas. Eran formados de siete enormes cueros de bueyes cuyas costuras encerraban planchas de fierro y de plomo. El mismo Dares mas que ninguno, quedó espantado y enteramente rehuye el combate. El magnánimo hijo de Anquises vuelve y revuelve los poderosos cestos, y las inmensas fajas de los correones. Entonces conmovido el anciano campeon les dice estas palabras: "¡Qué sería si alguno de vosotros hubiera visto los cestos y las armas del mismo Hércules, y el triste combate tenido en esta misma ribera! Tu hermano Erix llevaba estos cestos en otro tiempo. Miralos aún manchados con sangre y con restos de cráneos despedazados. Con ellos combatió contra el grande Alcides. Yo tambien los llevaba cuando una sangre mas ardiente animaba mis fuerzas y la envidiosa vejez aún no derramaba blancos