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LIBRO QUINTO

el mismo que sobre el sepulcro donde yace el grande Héctor abatió al triunfante Butes de injente cuerpo que se jactaba de descender del linaje de Amico, Rey de Brebicia, y le tendió moribundo sobre la rubia arena. Tal era Dares. Ėl, mostrándose el primero en combatir, sobre todos levanta en el circo su alta cabeza, ostenta sus anchas espaldas, y esgrimiendo uno y otro brazo, azota el aire con violentos golpes. Se le busca un rival, y nadie de reunion tan numerosa se atreve á combatir con aquel héroe, quien ceñia en sus manos el cesto. Entonces, lleno de gozo, creyendo que habia triunfado de todos, llégase á los pies de Eneas, y sin mas esperar, toma con la izquierda ei toro de los cuernos y dice asi: "Hijo de una Diosa, si nadie se atreve á esponerse á este combate ¿con qué fin me detengo, y hasta cuando debo estarme aquí? Manda que se me den los premios. Todos lo Troyanos á una le ayudaban sus aclamaciones y pedian que se le entregaran las recompesas prometidas. En esto, irritado Acestes, reconviene con estas palabras å Entelo que junto á él estaba sentado en el verde estrado del prado: "Entelo! en otro tiempo tenido en vano por el mas valiente de los héroes, sufrirías paciente que un premio tan grande sea llevado sin que haya quien lo dispute? ¿Dónde está ahora aquel nuestro Dios Erix que sin objeto llamas tu maestro? Do la fama que gozabas en toda la Sicilia y aquellos trofeos que colgabas en tus salas?" A esto Entelo, le responde: