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LA ENEIDA

seado triunfo. Mientras Sergesto transportado de ira impele la proa á lo mas inmediato del peñasco y la lanza por el estrecho espacio: el infeliz encalla en escollos que se estendian bajo el agua. Las rocas se conmueven; despedázanse los remos estrellados sobre las ásperas puntas, y la nave rota quedó allí varada. Levántanse los remeros, y se detienen dando grandes gritos, mientras sacan ferradas varas y picas de agudas puntas, y recojen de la mar los quebrados remos.

Entonces Muesteo lleno de contento y mas ardiente con aquel suceso, empeñando toda la fuerza de sus lijeros remos, é invocando los vientos, se dirije á las mansas aguas y corre por el tranquilo piélago. Cual paloma súbitamente espantada de la cueva en el cavernoso peñon do tiene su aposento y dulce nido, sale volando á los campos y azorada se sacude con grande ruido al dejar su morada, y luego tendida en la tranquila atmósfera hiende el diáfano camino sin batir sus lijeras alas; tal Muesteo lleno de vehemencia lleva volando su nave; asi la Pristis surca en su carrera el último espacio. Y primero deja atrás á Sergesto luchando con las altas rocas y los arenosos bajíos, pidiendo en vano auxilio, empeñado en seguir corriendo con los rotos remos; y luego alcanza á Gias y á la misma Chimera de inmensa mole, la cual es pesada porque se halla privada de Piloto. Ya solo á Cloanto que llegaba al término quedaba por vencer. Le sigue, y empeñando todos los valientes esfuer-