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LIBRO QUINTO

liza por los altares: su piel y sus escamas de cerúleas manchas, resplandecian con matices de oro; tal como el arco de las nubes cuando por la oposicion del Sol despide mil variados colores. A su aspecto Eneas quedo asombrado. Ella, estendiéndose luego en largas lineas por entre las copas y tersos vasos, gusto lijeramente de los manjares, y sin hacer daño volvió otra vez á lo profundo del sepulcro, dejando mordidas las ofrendas. Animado Eneas con este prodijio[1], y dudando si fuese el genio del lugar, ó el sirviente de la sombra de Anquises, vuelve á comenzar los sacrificios empezados en honor de su padre. Inmola segun costumbre, cinco ovejas de dos años, y otros tantos puercos, é igual número de novillos de negros cueros; derramaba el vino de las copas y llamaba el alma del grande Anquises y sus manes que vinieran á este festin desde el Aqueronte. Sus compañeros igualmente, traen alegres sus ofrendas, segun puede cada uno: colman los altares y sacrifican novillos: otros ponen en fila calderos de bronce y tendidos en la yerba estienden brasas bajo de los asadores, y asan las entrañas.

El dia esperado habia llegado, y ya los caballos de Faeton traían con blanda luz la serena aurora. La fama de la fiesta y el nombre del ilustre Acetes, se habia esparcido en los pueblos vecinos. Las riberas estaban llenas de alegre multitud; unos para ver á los Troyanos, y otros dispuestos á probarse con ellos. Se exponen antes