Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/203

Esta página no ha sido corregida
202
LA ENEIDA

valientes remos, bolinar las vergas y dice: "; Magnánimo Eneas! aunque Jupiter me lo prometa y lo ordene, DO esperaria abordar á Italia con este cielo. Mudados los vientos, se levantan ahora del negro Poniente; braman por el costado y toda la atmósfera no es sinó una nube.

Ni podemos luchar contra ellos, ni aún bastamos á gobernar contra su furia. Cedamos, pues; que la fortuna triunfe y sigamos el camino por donde ella nos lleve. Ni creo que estén lejos las hospitalarias costas de tu bermano Erix y los puertos de Sicilia, si es que bien recuerdo los astros que observe. Entonces el piadoso Eneas le responde: “Ya veo que para alli ciertamente nos llevan los vientos y que en vano luchas contra ellos.

Cambia las velas. ¿Qué tierra para mi mas grata, ni cuál mejor puedo desear para poner las cansadas naves, que aquella que me conserva al Troyano Acetes, y que guarda en su seno los huesos de mi padre Aoquises?” Luego que hubo dicho estas palabras, se dirijen á los puertos de Sicilia, y los propicios céfiros hinchan las velas. La rápida flota vuela por la mar, y al fin alegres abordan á una costa conocida.

Acetes, hijo de Troyana madre, tenido del rio Criniso, que desde la alta cumbre de un monte habia visto con asombro que á lo lejos llegaban naves amigas, sale á encontrarlas rudamente armado de jabalinas y cubierto con la piel de una Osa de la Libia. Él, acordándose de sus antiguos padres, celebraba con ellos su vuelta, y lleno