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LIBRO CUARTO

volvió á caer en la cama. Con sus errantes ojos buscó la luz en el alto cielo, y gimio de haberla hallado.

Entonces la omnipotente Juno, apiadada de tan prolongados dolores y de tan penosa muerte, mando del Olimpo á Iris para que desprendiera esta alma que luchaba con sus corpóreos vínculos. Habiendo la infortunada, arrebatada de un pronto furor, perecido antes del dia fijado, y no por orden del destino, ni por una muerte merecida, Proserpina aún no le habia cortado de su frente el dorado cabello, ni la habia condenado á bajar el Orco Stigio. Al pronto Iris vuela por el cielo con sus doradas alas, que humedecidas por el rocio, la oposicion del Sol les daba mil diversos colores, y se paró sobre la cabeza de Dido. “Yo, mandada desde el cielo, llevo á Pluton este holocausto y te libro de este cuerpo". Dijo asi, y le corto con su diestra el cabello.

Al pronto el calor de la vida se disipa y el alma vase por los aires.