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LA ENEIDA

que las llamas enfurecidas se revolvieran por las casas de los hombres y por los templos de los dioses.

La hermana oyó la noticia y sin aliento y despavorida corre con trémulos pasos rasgándose el rostro con las uñas, é hiriéndose el pecho con sus puños, y se abre camino por entre la multitud, llamando á gritos por su nombre á la moribunda hermana. "Esto era, hermana mia, lo que pensabas? ¿Por qué me engañabas? ¡Y esto es lo que me preparaban esta hoguera, este fuego, y estos altares! Abandonada cual es lo que mas debo lamentar? ¿Por qué muriendo desdeñaste tener å tu hermana por compañera? Me hubieras llamado á participar de tu misma suerte! Con el mismo acero, el mismo dolor y al mismo instante ambas hubiéramos terminado. Yo, cruel, levante esta pira con estas manos; invoqué con mis súplicas los dioses patrios, y me retiré de ti para que asi acabaras! ¡ Hermana! Te has muerto y has muerto á tu nacion; al Senado de Cartago, á tu pueblo y á mi.

Dadme agua para lavar su herida, y si anda errante sobresus lábios algun último aliento, yo lo recojere en mi boca."

Diciendo asi ya había subido á las altas gradas y abrazaba á su expirante hermana. En medio de su llanto la calentaba contra su seno, y con su ropa limpiaba la negra sangre. Dido procuraba levantar los pesados ojos, y vuelve á desmayarse. La sangre de la profunda herida hierve dentro de su pecho. Tres veces apoyada sobre el codo se levantó, alzándose con esfuerzos, y tres veces