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LA ENEIDA

toda su futura descendencia. Haced este honor á mis 33 cenizas. Jamás amistad ni tréguas entre los dos pueblosi Sal de mis huesos cualquiera que seas vengador de mi muerte, y persigue á estos colonos Dárdanos con fierro y fuego, ahora, en las edades venideras, en cualquier tiempo que se pueda combatirlos! Ruego á los Dioses que nuestras riberas sean siempre rivales de las suyas, nuestros mares de sus mares, nuestras armas de las de ellos, y que sus descendientes y los nuestros perpétuamente pugnen. Dijo esto y volvia su imajicacion á todas partes buscando cuanto antes acabar esta odiosa vida. Al fin habla brevemente á Barce, ama de Siqueo, porque la suya estaba sepultada en su antigua patria.

"Cara nodriza, le dice, traeme aquí á mi hermana. Dile que se apresure å rociar su cuerpo con la agua fluvial: que traiga consigo las ofrendas expiatorias: que venga asi preparada. Y tú misma, ciñe tus cienes con las santas vendas. Mi animo es acabar el sacrificio que habia comenzado á preparar dignamente al Dios del lago Stigia, y entregar á las llamas de la hoguera el busto del Troyano para poner término á mis penas." Dijo asi, y Barce acelera sus pasos con la presteza que le permiten sus viejos años.

Y Dido temblando toda y transportada por su fiero designio, revolviendo sus ojos sanguinolentos, trémulas sus mėjillas sembradas de manchas lívidas, y con la palidez de la próxima muerte, se lanza al interior del palacio