Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/182

Esta página no ha sido corregida
181
LIBRO CUARTO

bera, y que los Troyanos concurren alli de todas partes.

Ya los lienzos llaman á los vientos, y alegres los viajeros han coronado de tlores las popas. ¡Hermana mia! si yo hubiera podido imajinarme un tan acerbo dolor, hubiera tambien podido soportarlo. Sin embargo, Ana, hazte un último servicio á esta tu desgraciada hermana; pues que ese pértido á ti sola consideraba y te confiaba sus mas secretos pensamientos. Solo tu conocias las ocasiones de obtener un blando acojimiento. Aoda, hermana, y con sumisas palabras habla á ese soberbio extranjero. Dile que yo no me conjure con los Griegos en la Aulida para destruir el pueblo Troyano, ni mandé mis armas contra Pérgamo, ni removí de su sepulcro las cenizas, ó los manes de su padre Anquises. «Por qué, pues, cierra su duros oidos á mis palabras? Adonde var Que esta última gracia conceda á una infeliz amante; que espere á hacer su partida mas cómoda y vientos propicios. Yo ya no le reclamo el antiguo matrimonio que él traicionó, ni que se prive del para él tan hermoso Lacio, ni que renuacie al imperio prometido. Solo le exijo una estèril trégua, tiempo, y el reposo necesario á mi desesperacion, hasta que vencida por mi suerte, aprenda á sufrir mi dolor. Solo aqueste último favor le pido (compadecete de tu hermana), y si lo consiguieres, te sere agradecida hasta la muerte."

Con tales palabras la suplicaba Dido, y su aflijidisima hermana llevaba á Encas una'y otra vez estus tristes