Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/178

Esta página no ha sido corregida
177
LIBRO CUARTO

donas moribunda? ¡Qué me aguarda! O que Pigmaleon, mi hermano, arrase mi pueblo, ó que el Getulo Yarbas me lleve cautiva! Si á lo menos antes de huirte hubiese tenido de ti algun hijo; si es que me quedase un pequeñito Encas que por mis salas jugueteara, y que en el semblante se pareciese á ti, no me creeria tan del todo engañada y desolada."

Dijo, y él, recordando las órdenes de Júpiter, mantenia inmóviles sus ojos, esforzándose en comprimir su dolor dentro del pecho. Al fin la respondió en pocas palabras: "¡Oh Reina! yo nunca negaré que te debo mas que cuanto tus palabras pueden espresar. Ni me dejaré de acordar de Elisa, mientras me acuerde de mí mismo; mientras que el espíritu vital anime mi cuerpo. Poco diré en mi defensa. No te imajines que yo pensara ocultarte mi partida como un crimen. Nunca te presenté las teas del himeneo, ni he venido para contraer esta alianza.

Si los Hados me permitieran disponer de mis dias á mi albedrío y reglar mi suerte á mi placer, consagrado ante todo á la ciudad de Troya, y á las dulces reliquias de los mios, estaria ya en pié el soberbio palacio de Priamo, y Pérgamo hubiera sido reedificada con mis manos para los vencidos. Mas ahora es á la grande Italia que me llama el Gryneo Apolo: la Italia me mandan ocupar los oráculos I yceos: esto es cuanto desco; esa es mi patria.

Si á tí pacida en la Fenicia te detienen las murallas de Cartago y la presencia de una ciudad de la Libia, ¿por qué