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LIBRO CUARTO

irritada de la venganza de los Dioses, concibió esta hermana menor de Ceo y Encelado con prestos pies y lijetas alas. Monstruo horrible, inmenso, que cuantas son las plumas de su cuerpo, tantos ojos siempre abiertos tiene bajo de ellas (¡admirable prodijio!): otros tantos oidos prontos á escuchar, é igual número de bocas, con otras tantas lenguas para hablar. Vuela de noche entre el cielo y la tierra, batiendo sus ruidosas alas por entre las sombras: ni jamás sus ojos se cerraron al dulce sueño. De dia está vijilando sentada sobre la bóveda de los palacios, ó en las altas torres, llenando de espanto las grandes ciudades; infatigable mensajera de lo malo y falso, como de lo verdadero.

Ella, pues, alegre llenaba los pueblos de diversas historias, y revelaba lo verdadero como lo que no habia sucedido. Decia que había llegado Eneas, nacido de sangre troyana, al cual la hermosa Dido le encontraba digno de darle su mano; que ahora pasaban el largo invierno en voluptuosos placeres, olvidados de sus reinos y dominados de un torpe amor. La abominable Diosa tales cosas esparcia de boca en boca entre los Libios.

Muy luego dirije su vuelo hacia el rey Yarbas, y con sus palabras le inflama el corazon é instiga su colera.

Este era hijo de Amoon y de una ninfa de Garamantes á quien robó. Habia dedicado á Júpiter cien grandes templos y cien'altares en sus vastos Estados, y ardia en ellos un fuego inextinguible, perpétua vela de los Dioses. El