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LA ENEIDA

inequívocas: tú consérvalas indelebles en tu memoria.

Cuando lleno de cuidados, á las orillas de un rio encubierto, yacer vieres una gran puerca blanca echada en la arena bajo de las encinas de la ribera, que haya dado á luz treinta cachorros blancos que estarán prendidos de sus pechos, ese será el lugar de tu ciudad, el reposo de tus trabajos. No te amedrentes del vaticinio que de hambru te comerás las mesas; que los hados hallarán salida y Apolo escuchará tus votos. Pero huye esas tierras, esa costa de la Italia mas inmediata que bañan las olas de nuestro mar. Todas sus ciudades son habitadas por los perfidos Griegos. Allí los Locrios de Narice han levantado sus murallas, y el cretense Idomeneo ocupa con sus tropas los campos Salentinos. En otra parte tambien Filoctetes, Rey de Melibea, ha rodeado de murallas á la pequeña Petilia. Cuando tus buques, acabado tu viaje, reposen ya fuera de los mares, y levantados los altares en la ribera, cumplieres tus votos, cuida de cubrir tu cabeza con un velo de púrpura, no sea que mientras están encendidos los fuegos en honor de los dioses, se te presente algun rostro enemigo que turbe los presagios. Que tus compañeros guarden este rito en sus sacrificios: tú mismo observale y que tus piadosos descendientes le mantengan inviolable.

Mas, cuando despues de tu partida el viento te haya llevado á la costa de Sicilia y principien á ensancharse las bocas del estrecho Péloro, busca por un largo jiro las