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LA ENEIDA

clara luz que la luna llena arrojaba por las ventanas abiertas de donde yo dormia. Me hablan asi y consuelan mis penas con estas palabras: “Lo que te diria Apolo si volvieses á Ortigia, te lo anuncia aqui; pues el nos manda á tu casa. Despues de incendiada Troya, te hemos seguido á ti y á tus banderas, y contigo, y en las mismas naves hemos atravesado un proceloso mar. Nosotros ensalzaremos hasta los astros tus futuros descendientes y daremos á tu pueblo el imperio del mundo. Tú, prepara grandes murallas para grandes hombres. No te arredren las largas fatigas del viaje. Muda de mansion; pues el Dios de Delos no te ha aconsejado estas riberas, ni Apolo ordenó que te aseptases en Creta. Hay un país que los Griegos llaman con el nombre de Hesperia, antigua tierra poderosa por sus armas y abundantes cosechas. Los Enotrios la habitaron, y ahora se dice que sus hijos la llaman Italia, por el nombre de su Rey. Este es nuestro propio asiento. Alli nacieron los padres de Troya, Dárdano y Jacio, y de estos principes viene nuestra raza. Levántate y contento vé luego á referir á tu anciano padre este oráculo infalible. Busca á Coryto y las tierras de Ausonia. Júpiter te niega los campos Dicteos ".

Atónito con tal vision y con las palabras de los Dioses, (pues que aquello no era un sueño, sinó que les veía delante de mi, patentes sus rostros, con sus cabellos ceñidos, sus personas conocía, y un helado sudor ma-