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LA ENEIDA

migo en el seno de mis hogares, y á Ascanio y á mi padre y con ellos á Creusa mirase degollados, y bañados los unos en la sangre de los otros? ¡Mis arinas, compañeros! ¡Dadme mis armas! La última hora llama á morir á los vencidos: llevadme donde estén los Griegos: dejadme volver á comenzar los combates principiados: á lo menos no todos moriremos hoy sin venganza".

Me ciño otra vez la espada, y puesto el escudo en la izquierda ya corria fuera del palacio. Pero entonces mi esposa se echa á mis piés en la puerta, y los tiene abrazados.

Presentando á su padre el tierno lulo, me dice: “Si tu corres á morir arrastranos contigo para participar tu suerte; pero si como experimentado en la guerra, pones en las armas que llevas alguna esperanza, defiende primero esta casa ¿A cuyo amparo dejas al pequeño lulo? ¿A quién tu padre y á la que en otro tiempo llamaste tu esposa?" Así decia, y hacia resonar todo el palacio con su llanto, cuando aparece un prodigio inesperado é inaudito. Mientras que lulo estaba en los brazos y sobre los lábios de sus tristes padres, he ahí que una lijera luz brilla en loinas alto de su cabeza. La inocente llama corre suavemente por sus cabellos y parece detenerse al rededor de sus sienes. Nosotros espantados y temblando de miedo ibamos á sacudir la cabellera inflamada, y extinguir con agua estos fuegos divinos, cuando mi padre Anquises, lleno de gozo levanta sus ojos á los astros, y tendiendo al cielo sus manos, dice así: " Júpiter omnipotente! si