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EL INFIERNO. CANTO II.

al abrigo de la losa de un gran sepulcro, donde ví una inscripcion que decia: «Encierro al papa Anastasio, á quien Fotino arrastró léjos del camino recto (1).»

—Es preciso que descendamos por aquí lentamente, á fin de acostumbrar de antemano nuestros sentidos á este triste hedor, y despues no tendremos necesidad de precavernos de él.—Así habló mi Maestro, y yo le dije:—Busca algun recurso para que no perdamos el tiempo inútilmente.—A lo que me respondió:—Ya ves que en ello pienso.

—Hijo mio, continuó: en medio de estas rocas hay tres círculos, que se estrechan gradualmente como los que has dejado: todos están llenos de espíritus malditos; mas para que despues te baste con solo verlos, oye cómo y por qué están aquí encerrados. La injuria es el fin de toda maldad que se atrae el ódio del cielo, y se llega á este fin, que redunda en perjuicio de otros, bien por medio de la violencia, ó bien por medio del fraude. Pero como el fraude es una maldad propia del hombre (2), por eso es más desagradable á los ojos de Dios, y por esta razon tambien los fraudulentos están debajo, entregados á un dolor más vivo. Todo el primer círculo lo ocupan los violentos, cuyo círculo está además construido y dividido en tres recintos; porque puede cometerse violencia contra tres clases de seres: contra Dios, contra sí mismo y contra el prójimo; y no solo contra sus personas, sino tambien contra sus bienes, como lo comprenderás por estas claras razones. Se comete violencia contra el prójimo dándole la muerte ó causándole heridas doloro-

(1) La crónica del hermano Martin de Polonia hizo incurrir en un error al poeta. No fué el papa de este nombre, sino el emperador Anastasio el que adoptó la heregia del diácono Fotino.

(2) El uso de la fuerza es comun á todos los animales; pero el abuso de la inteligencia para hacer daño á otro es propio solamente del hombre.