Página:La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán).djvu/69

Esta página no ha sido corregida
53
EL INFIERNO. CANTO II.

No estaba yo allí solo; y en verdad, no sin razon me encontré en aquel sitio (1) con los demás; pero sí fuí el único que, cuando se trató de destruir á Florencia, la defendí resueltamente (2).— ¡Ah! le contesté: ¡ojalá vuestra descendencia tenga paz y reposo! pero os ruego que deshagais el nudo que ha enmarañado mi pensamiento. Me parece, por lo que he oido, que preveis lo que el tiempo ha de traer, á pesar de que os suceda lo contrario con respecto á lo presente.—Nosotros, dijo, somos como los que tienen la vista cansada, que vemos las cosas distantes, gracias á una luz con que nos ilumina el Guia soberano. Cuando las cosas están próximas ó existen, nuestra inteligencia es vana, y si otro no nos lo cuenta, nada sabemos de los sucesos humanos; por lo cual puedes comprender, que toda nuestra inteligencia morirá el dia en que se cierre la puerta del porvenir (3).—Entonces, como arrepentido de mi falta (4), le dije:—Decid à ese que acaba de desaparecer, que su hijo está aun entre los vivos. Si antes no le respondí, hacedle saber que lo hice porque estaba distraido con la duda que habeis aclarado.

Mi Maestro me llamaba ya, por cuya razon rogué más solícitamente al espíritu, que me dijera quién estaba con él.—Estoy tendido entre más de mil, me respondió: ahí dentro están el segundo Federico y el Cardenal (5). En cuanto à los demás, me callo.

(1) El Arbia, rio de Monteaperto, donde vencieron los Guibelinos.

(2) Los Guibelinos, reunidos en Empoli, propusieron la destruccion de Florencia; pero Farinata se opuso á ello con todas sus fuerzas, y consiguió salvar á la ciudad; por cuya causa Florencia ha elevado en honor de su libertador una estátua en la galería de los Oficios, en frente de la de Dante.

(3) Cuando se acabe el mundo.

(4) De no haber contestado á Cavalcanti.

(5) El emperador Federico II, siempre en guerra con los Papas, contra los cuales escribió versos, fué excomulgado por Gregorio IX é Inocencio IV, y murió en 1250.—Ot-