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LA DIVINA COMEDIA.

tra el largo tema que he de seguir y muchas veces las palabras son breves para el asunto (1). Bien pronto la compañía de seis queda reducida à dos: mi sábio guia me conduce por otro camino fuera de aquella inmovilidad hácia una aura temblorosa, y llego à un punto privado totalmente de luz.


CANTO IV.


Segundo círculo, donde están los lujuriosos.—Van sin cesar errantes, impelidos por el viento.—Minos juzga las almas.—Dante encuentra á Francisca de Rímini y á Peblo su amante.—Ante la conmovedora narracion de su desgracia el poeta desmaya.

Así descendí del primer círculo al segundo, que contiene menos espacio, pero mucho más dolor, y dolor punzante, que origina desgarradores gritos. Allí estaba el horrible Minos que, rechinando los dientes, examina las culpas de los que entran; juzga y da à comprender sus órdenes por medio de las vueltas de su cola. Es decir, que cuando se presenta ante él un alma pecadora, y le confiesa todas sus culpas, aquel gran conocedor de los pecados vé qué lugar del infierno debe ocupar y se lo designa, ciñéndose al cuerpo la cola tantas veces cuantas sea el número del círculo á que debe ser enviada (2).

(1) Es decir que muchas veces las palabras son poco en comparacion de la magnitud del asunto.

(2) Nec vero hæ sine sorte datæ, sine judice sedes, Quæsitor Minos urnam movet: ille silentum Conciliumque vocat, vitaque et crimina discit. (Æneida, lib. vi.)