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el infierno

Emperador que reina en aquellas alturas, por ser yo extraño a su ley, no consiente que me introduzca en sus dominios. En to­das partes manda, pero allí impera. Allí tiene su corte, allí su excelso trono: !dichoso aquél a quien elige para su reino!

Y yo repuse:—Poeta, ruégote por ese Dios a quien no llegaste a conocer, que me libres de este quebranto y amargo trance, y me conduzcas a donde has dicho, de suerte que vea yo la puerta de San Pedro, y a los que me has pintado tan miserables.

Movió entonces su planta, y comencé a seguirle.