bautizados todos. Los amos de las barcas se calientan el caletre buscando un nombre bonito para pintarlo en la popa. Una, la Purísima Concepción; otra, Rosa del Mar; aquélla, Los Dos Amigos; pero llega la gente con su manía de sacar motes, y se llaman La Pava, El Lorito, La Medio Rollo, y gracias que no las distingan con nombres menos decentes. Un hermano mío tiene la barca más hermosa de toda la matrícula; la bautizamos con el nombre de mi hija: Camila; pero la pintamos de amarillo y blanco, y el día del bautizo se le ocurrió decir á un pillo de la playa que parecía un huevo frito. ¿Querrá usted creerlo? Sólo con este apodo la conocen.
—Bien—le interrumpí—; pero ¿y El Socarrao?
—Su verdadero nombre era El Resuelto, pero por la prontitud con que moniobraba y la furia con que acometía los golpes de mar, dieron en llamarle El Socarrao, como á una persona de mal genio... Y ahora vamos á lo que le ocurrió á este pobre Socarraíco hace poco más de un año, la última vez que vino de Orán.