Página:La Campaña de Marruecos - Memorias de un médico militar (1860).pdf/91

Esta página no ha sido corregida
DE MARAUECOS. 89

tórea voz á España y á la Reina; otras se despedia para siempre de su esposa y de sus hijos, para prorrumpir luego en una carcajada convulsiva, que imponia pavor. Era imposible tener á este desgraciado en la cámara de los heridos; el Capitan del buque, Sr. Calsimiglia, le cedió su propio despacho, y allí le coloqué al cuidado de un cabo de granaderos que le habia acompañado.

¿Estaba en el caso de sangrar á este enfermo? Tal parece á primera vista la indicacion, más yo creí que la congestion cerebral, que así lo parecia, no era nada sanguínea, y que en aquel desencadenamiento del sistema nervioso y desgaste de la inervacion, no debia privarle de sangre, puesto que sanguis nervorum frenum el vita. La oscuridad completa, las compresas de agua fria á la frente, el éter, y sobre todo el ópio al interior, lograron calmar aquela orgía, por decirlo así, de los nervios, y despues de un período de postracion y otro de descanso, despertó en plena salud, no pudiéndose dar cuenta de si salia de un sueño, ó si era obra de encantamento, aquella trasmutacion que en su derredor vea.

Me encontraba, pues, encargado de la curacion de 157 heridos, y esta inmensa responsabilidad hubiera abrumado mi ánimo y oscurecido mi inteligencia, á no haber adquirido ya en el Serrallo y en Céuta esa sangre fria que tan necesaria es para el Médico militar en tales casos, si ha de mostrarse activo sia atropellarse y sereno sin ser impasible. Felizmente pude dar cima á mi tarea, merced al eficaz concurso que me prestaron mis practicantes. Todo entró en

calma despues de la confusion inherente á la repentina entrada de los heridos, y remediados ya los accidentes de más urgencia, pude visitar uno por uno á mis pacientes, tomando