Página:La Campaña de Marruecos - Memorias de un médico militar (1860).pdf/52

Esta página no ha sido corregida
50
LA CAMPAÑA

de transporte , sin que les llegára el turno de ir á descansar en cualquiera parte de los peligros y dolores de todo un día...

Nuestra situacion no podia ser más aflictiva; cuando en esto sentimos un gran ruido de cadenas y vimos aparecer delante de nosotros algunos centenares de hombres membrudos, dispuestos á aceptar el trabajo más penoso; era el presidio de Céuta que, avisado por el general, venia en masa á auxiliarnos: ¡feliz y oportuno socorro! gracias á él, en pocos instantes estaban todos los heridos en marcha para Céuta, aunque Hevados en las mantas, sostenidas cada una por dos parejas encadenadas (mancuernas). Al ver marchar al último, no hubo ninguno de nosotros que no respirára con más holgura; porque, como decia con toda propiedad el General Gaset, aquellos heridos nos estaban pesando en el corazon.

Pero ¡qué celo, qué humanidad desplegaron aquellos desgraciados criminales, rechazados por la sociedad de su seno! La ternura que mostraban sus rudas facciones, borraba en ellas el estigma del crímen; la ansiedad con que todos se lanzaban á porfia, como temerosos de quedarse sin trabajo, y la atencion con que escuchaban y solicitaban nuestros consejos, para levantar los heridos de la manera que menos dolorosa les fuera, daban á entender que hasta en los corazones más criminales vive siempre imperecedero el gérmen del bien, y que basta una ocasion para que esplayándose, oscurezca y borre todos los malos instintos que antes prevaleciéran. ¡Oh! yo sentí en tan conmovedores momentos amor y gratitud hacia aquellos míseros presidiarios, porque su tostada y envilecida frente se iluminaba entonces con algun reflejo de esa pura luz que brilla en la de las hermanas de la Caridad.