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LA CAMPAÑA

General Lassaussaye en el punto más avanzado, á pocos pasos de la guerrilla; los cazadores estaban aparapetados trás de tos árboles, mientras aquel se ostentaba á caballo y con un gaban blanco, como quien desafía la puntería de los tiradores marroquíes : dile cuenta de mi comision, y despues de oirla con calma, encontró oportunidad de decir un bonmot, á pesar de las balas que con deplorable frecuencia pasaban sobre nosotros, y cuyo silvido de vibora escuchaba yo por vez primera: ¿con que quiere Y. ir al reducto? me dijo, ¿no vé Y. que hay moros en la costa? Y al decir esto señalaba sonriendo á los grupos de moros que se veían salir del bosque entre el reducto y la gran guardia, y que merced á la espesura, podian muy bien correrse hasta el mismo barranco del Infierno. Sin embargo de esta observacion, haciéndole yo presente la órden recibida, autorizó la marcha.

Fuimos, pues, el Sr. Forus y yo con el botiguin, practicantes y nuestros asistentes, todos armados, atravesando breñas y jarales, con el oido y la vista siempre atentos, pero sin ningun tropiezo, hasta la planicie rasa donde estaba el reducto, en el que entramos por fin. Muy oportuna era nuestra llegada; toda la plaza interior del reducto estaba llena de heridos, y los jóvenes Médicos Sr. Torrecilla, del batallon de Cataluña, y Pardiñas, del de Simancas, habian agotado sus respectivos botiquines. Hasta llegamos á tener que romper la mochila sanitaria del primero, para entablillar algunas fracturas, que aquel dia menudeaban. Con el mismo objeto y para que sirvieran como de gotieras, me ocurrió utilizar las cortezas del alcornoque que habia visto abundaban en el monte.

Mientras curábamos sín cesar, el foso iba cegándose de cadáveres; tronaban á nuestro alrededor los cañones del re-