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DE MARRUECOS.

mos aguardando órdenes: en esto comenzó el fuego por las alturas, y recibimos una órden escrita con lápiz por el jefe de Sanidad, para que el Sr, Forns y yo fuéramos á insta- lar un hospital de sangre en el reducto Isabel: se cargó inmediatamente en una acémila el botiquin de brigada, y acompañados por los practicantes, de los cuales cada profesor tenia uno designado, nos incorporamos á la brigada de vanguardia, que entonces subia al sitio del combate; iba tambien con nosotros el Sr. Lejalde, llevaudo á su disposicion otro botiquia de brigada y practicantes.

Preparados asi, marchábamos subiendo la sierra, cuando á poco trecho encontramos una larga fila de camillas que bajaba por el camino del hoy reducto Francisco : los moros, guarecidos por el bosque, habian aprovechado, como siempre, de una manera funesta su primera descarga sobre nuestros soldados, que á pecho descubierto los esperaban. La brigada de vanguardia se habia detenido para romper el fuego, y aprovechando entonces un escarpe del terreno, al que daban sombra algunos corpulentos árboles, instalamos un hospital de sangre y comenzamos á curar é los heridos, que alluían contínuamente. Pero teníamos órden de ir al reducto Isabel, y asi dispuso el Sr. Forns que el primer Médico Lejalde se quedára encargado de aquel hospital, siguiendo con él los movimientos de la brigada, mientras nosotros íbamos al reducto, aunque ya era preciso hacerlo sin el amparo de ninguna fuerza, atravesando bosques en que tal vez se abrigaba el enemigo. Yo fui el encargado de dar cuenta de esta disposicion al Sr. Brigadier Lassaussaye.

Mucho habia oido hablar de la intrépida sangre fria que distinguia á este jefe; pero en aquella ocasion pude convencerme de que nada se exajeraba esta cualidad. Estaba el hoy