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DE MARRUECOS.

la tierra que bendecia fervoroso el Misionero que habia encontrado en el Provence.

El sol se ponia y el choque habia terminado; la España escribia en sus anales una victoria más; el enemigo huía á da desbandada, y los intrépidos batallones que lo habian arrollado, bajaban á descansar en sus tiendas de las rudas emociones del dia. Entonces empezaban á echar de ver que había estado lloviendo toda la tarde y que el agua habia calado sus ropas. Todos los heridos estaban curados al terminar la accion, y antes de que anocheciera fueron trasladados al hospital de Céuta: eran como unos 50 y los muer- tos 8; proporcion muy dolorosa, debida á los que fueron decapitados.

La noche fué mala, pues continuó lloviendo á chuzos y el viento se llevó algunas tiendas; ¡ qué descanso para el que habia pasado el dia batiéndose y tenia que volver á combatir al siguiente! Pero como si no fuera bastante la fúria de los desencadenados elementos y la salvaje ferocidad de los moros, teníamos ya otro enemigo inaccesible como aquellos, y cruel como estos: aquella noche enfermaron dos soldados, y la súbita descomposicion de sus facciones demostró una enfermedad terrible ,.cuyas primeras huellas no puede ver el médico sin espanto. Ya el dia anterior habian sido atacados otros dos con análogos síntomas; sin embargo, aun se habia abrigado una duda, aun no habia del todo muerto la esperanza; pero los dos casos de esta noche demostraban de una manera inexorable al médico, que el cólera-morbo habia comenzado á visitar las tiendas de nuestros soldados , llevando una muerte sin gloria á los bravos que respetaba el plomo marroquí. Insignificante aparecia entonces este mal, pero en las condiciones en que el ejército estaba colo-