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LA CAMPAÑA

quier defecto, y ha visto que en él llevábamos todos los progresos que la ciencia moderna ha suministrado al arte de la guerra, desde las carabinas Minié, las balas Nessler, los cañones rayados y las pilas de Bunsen, medios poderosos de destruccion, hasta los puentes á la Virago, los telégrafos eléctricos, los tram-vias de los Ingenieros, las conservas alimenticias de la Administracion, las artolas, el cloroformo, el percloruro férrico y el coaltar de la Sanidad; probando que si España es brava como el siglo XV, tambien es ilustrada como el siglo XIX.

Inútil es ponderar cuánto ha ganado nuestro ejército en esta campaña, donde ha podido acrisolar las prendas que en estado latente le adornaban: cuánto han podido aprender allí todos, desde el General hasta el soldado, en ese campo de la práctica y la esperiencia, sin las cuales valen tan poco las especulaciones teóricas que en cátedras o en libros, pudieron estudiarse; cuánto ha crecido la energía física y moral de nuestras tropas, bisoñas ayer, hoy veteranas; aquella por el sufrimiento de tantas inclemencias vencidas, esta por la confianza que nace de tantas victorias ganadas.

Y sí todo el ejército ha ganado en esta campaña, no poco es el adelanto que ha tenido el servicio sanitario, como parte integrante del mismo. Además de haber adquirido la esperiencia en la práctica militar, de que la mayor parte de sus individuos carecía, por razon de su juventud ha podido juzgar en ese mismo é infalible terreno de la esperiencia, los progresos que en lo científico y en lo material se han propuesto en Europa en estos últimos tiempos, y adoptar los más convenientes para cuando puedan repetirse análogas circunstancias. Ha logrado tambien probar con la lógica irrecusable de los hechos, cuánta es su importancia en la