Página:La Campaña de Marruecos - Memorias de un médico militar (1860).pdf/279

Esta página no ha sido corregida
277
DE MARRUECOS.

la Pascua.» Habia encontrado una sutileza escolástica, que conciliaba perfectamente el logro de su deseo y la observancia literal del precepto. «No en valde te llamas Salomon,» le dije, depositando mi moneda donde él me indicaba.

Segun se acercaba la hora de regresar á España, íbamos comprendiendo mejor la belleza del país que ocupábamos; ¡qué hermoso panorama se estendia á nuestra vista, cuando á la caida de la tarde salíamos todos le muestras tiendas, haciendo de la calle del cuartel general un paseo concurrido, en el que solo faltaba la presencia de las damas! Tetuán destacaba sus blancos minaretes y los adarves de su Alcazaba, sobre un cielo enrojecido con las tintas de oro y púrpura que le prestaba el sol en su ocaso, entre las grandiosas masas de rocas que forman el pequeño Atlas y la sierra Bermeja, teñidos tambien sus picos de carmin y envueltos en una neblina de amaranto. A sus piés se estendia, como una inmensa alfombra de esmeralda, la fértil vega, cubierta toda por la vejetacion exuberante de aquel clima, esmaltada por las casitas de campo, los templetes de los pozos y las tiendas de nuestro campo, que se destacaban sobre aquel fondo verde con sin igual blancura, para concluir en los abrasados arenales de la playa, donde el sol iluminaba con sus dorados reflejos los edificios del Fuerte y la Aduana; viniendo por último, á cerrar este magnífico cuadro la faja azul cobalto del mar, sobre el cual se balanceaban gallardamente los buques de nuestra escuadra.

Muchas tardes encaminábamos nuestro pasco por las huertas, contemplando cuán lozanas crecían las mieses, sin que el pobre labrador moro que las habia regado con el sudor de su frente pudiera recojer sus frutos, Las huertas estaban taladas, arruinadas las casas de recreo y los pinto-