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III — Los Atlantes

Allí, para con sus más bravos vasallos desposarlas, aguardan á sus hermanas, las de célica mirada; súbito, á un mal augurio, cual presa de cien furias, en nueva Babel truécase el templo á sus gritos.


Álzase uno que del ángel caído es imagen viviente; su nombre Dios borró de humana recordación; del inmenso templo las techumbres, á que con su cabeza alcanza, retiemblan á la ronca tronada de su acento.


— Titanes: algo temeroso espera con pavor la tierra, que tal vez contar no podamos á nuestros hijos; parece que hoy se derrumba la torre de nuestro orgullo, y bajo nuestras plantas se tambalea el mundo herencia nuestra.


Nos lo dicen los nubarrones en figura de espectro, pregónanlo las tempestades con ayes y gemidos, y en el firmamento lo escriben astros de ígnea cabellera, entrelazándola con cifras de centellas y de rayos.


Contemplo replegarse el cielo en hórridas brumas, asomando á partes, como por entre alas de cuervo; veo la tierra henderse, hambreante, á nuestras plantas, y caérsenos la corona, poco firme en nuestras sienes.