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Por los tiempos en que el grande Alcides recorría la tierra, baleándola, con maciza clava, de bastardos gigantes y de monstruos doquier alzados contra Dios, estalló en llamas el nevado Pirene.


Desde donde el sol, ya al nacer, dora su selvas, con estridor y rebramos el incendio, del torbellino en alas, conducía sus ríos de lava á Roncesvalles y á Asturias, sin que le fueran estorbo ventisqueros, torrentes, ni gargantas.


Semejaba inmensa sierpe de escama bermejiza que, humo y llamas respirando, pasase horripilante, á través de la Europa, de un mar al otro, á refrigerar su melena de chispas y de fuego.