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CONCLUSIÓN

—Darámelo, si,—responde;—y, para alcanzar la más preciada perla del alcázar de Neptuno, yo volveré á pontear el Atlántico. Despiérta, humanidad; contempla á tu Eva alzarse fragante de un tálamo de flores; Adán de los continentes, vuela á sus brazos.


Y, cual astro impelido por mano divina, encamínase á Génova la hermosa, portador de la llave del Edén terreno; mas ella, desarbolada galera, no osa abrir sus alas á la ráfaga que la hubiera remontado en su decadente vuelo.


Al ver que Génova le cierra las puertas, dirige los ojos á Venecia, forzuda aún para cargar en hombros con un continente; mas, avezada al estrépito guerrero, escucha el proyecto de ensanchar el mundo cual palabras de lengua que no comprende.


¡Ay! la mar no es ya la esposa de sus Dux, que de mano más hermosa y pura recibir espera el anillo nupcial.—Á Iberia vuelvo,—exclama el Genovés, y entra en