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X—LA NUEVA HESPERIA

Mas Hércules, regresando á las márgenes del Betis, sentó los preciados cimientos de la antigua Hispalis; laureles y rosales dióle por cortinajes, y olas, en que sus torres de plata y oro se reflejan.


Allí, á sus hijos, dulces prendas de célico porvenir, enseña el duro manejo del arma de combate, como el águila á sus hijuelos á batir hacia el sol, que idolatra, las férreas alas, que originan tempestades.


Con el humilde arte de Ceres renace la excelsa astronomía, reteños del corpulento árbol tronchado en Occidente; y entonces fué cuando, relevando á Atlas, sustentó por espacio de un día, en su dorso de montaña, el peso del firmamento.


Y al sentir que ya la tierra llamaba á sí sus huesos, con peñascos y cerros alzó dos columnas, y en ellas, con la clava que, hechose pedazos, entregó al mar los reinos malditos, escribió: No hay más allá.