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Introduccion

crespas olas se amontonan sobre las naves, que crujen y se astillan como cañaveral en desalado torrente.


Estrechan más y más el abrazo espantoso, y chocan, se revuelven y reempujan, encaradas sus volcánicas bocas; ciegas, y sin curar de la tormenta, fuego y hierro escupiendo, contienden al borde de bramadores abismos.


No de otro modo un manchón de robles montaraces que encendió el leñador en estival estación, al resoplido devorante del huracán, hace resonar por riscos y hondonadas, llantos, ayes y gañidos de hombres y fieras, áspero estertor de un pequeño mundo que fenece.


Ahogando el fragor del combate, celeste rayo desciende crepitando al polvorín de la veneciana nave; rájase y, en vesubio convertida, se sumerge en tanto que arremolinado diluvio de espumas, de llamas y de fuego rompe la genovesa.