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VII—CORO DE ISLAS GRIEGAS

estoy), mis dos floridas mitades se encontraron enlazadas, cual dos eslabones de hermosa cadena.


Ya mis viñares de Isa extienden sus damascos por los asoleados verjeles de Antisa; ya el retozón corderillo, brincando de seto en seto, saborea la juncia que entapiza mis comarcas parejas, y laxando cariñosa, la mar que esculpe mis costas, sus suaves ligaduras, hoy mis dos hijas gemelas se han dado un abrazo sempiterno.


Cuando inhumanas mujeres, su lira y sus laureles troceando, cortaron á Orfeo la cabeza; las olas, menos amargas que su corazón, aparáronla en su falda de perlas, dolientes la mecieron, y, restañando con besos sus heridas, depositáronla, como ofrenda de las Ninfas, en los jardines de Flora de mis frescas orillas.


Entreabriendo sus labios ajados por la muerte, allí, cual marchito capullo que revive á las lágrimas de la