Dice: y muriente se inclina el árbol que cobija el cadáver de su marido, cuando la palabra «Despósate» parece salir de debajo del mármol, entre los lamentos de sus hijas y el clamoreo en lo alto de la sierra.
—Ven,— dícele Alcides; —no llores ¡ay! triste;
también de mi patria las playas perdí;
¿de Grecia la hermosa contar nunca oíste?
por ti la abandono,
si en fiel desposorio te enlazas a mí.
Al náufrago reino Dios manda a tu Alcides,
cual nave que a puerto te guíe veloz
y á tierra te lleve feliz donde olvides
los bosques que fueron,
tus bosques que siega la muerte feroz.
Allí, do te aguardan las hijas de Iberia,
hay cielos azules y tierra feraz;
plantar los rosales tú puedes de Hesperia,
y yo, de Beocia
las artes de guerra, los juegos de paz.