cendiente; nosotros somos humanos y nacidos de mortales. Así, pues, será más gloriosa tu muerte; pues que tu destino es semejante al de los dioses.
Estrofa 2. a
¡Ay! Se mofan de mí... En nombre del Cie]°, ¿por qué me insultáis? ¿Por qué me ultrajais antes de morir, cuando todavía no'he desaparecido de la tierra? Patria mía, opulentos hijos de esta ciudad, fuentes dircéas, bosques sagrados de la belicosa Thebas, vosotros sois testigos del abandono en que me veo, y del cruel decreto por el que me llevan á ser encerrada en una prisión para que me sirva de sepultura.—¡Mísera de mí! no voy á habitar ni con los vivos ni con los muertos.
Elevada, por un extremo de temeridad, al alto solio de la Justicia, has caido nuevamente. Sin duda, bija mía, tú expías algún crimen de tus antepasados.