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DE LESBOS

por mí dejando, mis amantes votos
plácida oyendo.
Tú al áureo carro presurosa uncías
tus aves bellas y á traerte luego
de sus alitas con batir frecuente
prestas tiraban.
Ellas del Cielo por el éter vago
raudas llegaban á la tierra oscura
y tú, bañando tu inmortal semblante
dulce sonrisa;
¿Cuál es tu pena, tu mayor deseo
cuál, preguntabas? ¿Para qué me invocas?
¿A quién mis redes, ¡oh, mi Safo! buscan?
¿Quién te desprecia?
¿Húyete alguno? Seguiráte, presto.
¿Dones desdeñas? Te dará sus dones.
¿Besos no quiere? Cuando tú le esquives
ha de besarte.
Ven, y me libra del afán penoso;
ven, cuanto el alma conseguir anhela
tú se lo alcanza, y á mi lado siempre,
siempre combate.


Observemos que la pudorosa Safo no se arroja en brazos de su amado, dirigiéndole sus versos para tornar al joven esquivo en amante apasionado. Alma delicada, sensible y melancólica pide al cielo, á la divinidad que preside en estas tempestades del alma, que