Página:La Antígona de Sófocles - La Apología de Sócrates - Las poetisas de Lésbos (1889).djvu/114

Esta página no ha sido corregida
114
LA «ANTÍGONA»

tierra de la patria. Desde allí nos encaminamos seguidamente hacia la caverna donde la mísera doncella encontró el tálamo nupcial de la Muerte. Aún nos hallábamos lejos, cuando uno de nosotros oyó claramente unos gritos que salian del fondo de aquella tumba privada de los honores fúnebres, y corrió á anunciárselo al rey.- Aproximóse Creonte, y no tardó en oir el sonido confuso de un clamor gemebundo, y exhalando un suspiro, dijo: «¡Ay, mísero de mí! ¿Debo creer en mis pensamientos? ¿Es un camino funestísimo el que sigo en estos instantes? La voz de mi hijo ha vibrado en mis oídos. Corred, volad, siervos hacia la tumba de Antígona, quitad el montón de piedras que cierra lá entrada, y examinad con vuestros ojos en la caverna si es realmente de Hemón la voz que estoy oyendo, ó si me veo engañado por los dioses.» Hicimos la exploración, según las órdenes de nuestro señor, y en lo profundo de aquel antro vimos ¡horror! á la doncella suspendida por el cuello á un lazo fatal tegido con los hilos de su velo; y al lado de ella al otro que la estrechaba entre sus brazos, deplorando la muerte de su esposa, las obras de su padre, y sus nupcias infortunadas. Al verle, éste exhaló un profundo suspiro y