Habitantes del palacio de Cadmo y de Anfión, á ningún ser viviente se puede considerar como dichoso ni como desgraciado, mientras existe; porque sin cesar la voluble Fortuna nos levanta ó nos abate, nos envía la prosperidad ó nos sume en la desgracia, sin que haya adivino que pueda leernos lo porvenir por lo presente.
Creonte era, á mi juicio, digno ha poco de ser envidiado; él había librado de sus enemigos á esta tierra de Cadmo; él reinaba prósperamente como señor absoluto del país; una prole generosa aumentaba su gloria... hoy todo ha desaparecido. Que el hombre cuando pierde la dicha, ante mis ojos ya no vive; para mí es un cadáver que respira. En vano posees en tu palacio inmensos tesoros; el regio fausto en vano te circunda. Si has perdido la alegría, todo lo demás, comparado con ella, es menos que humo, menos que vana sombra.