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LA «ANTÍGONA»

veces el sol su carrera sin que un fruto de tu sangre haya pagado con su vida la muerte de la que tú has aprisionado bárbaramente bajo tierra, de la que has encerrado viva en la tumba. Tú has arrebatado á los dioses infernales el cadáver de aquel á quien has privado de la sepultura y de los fúnebres honores: para lo que no tienes tú poder; para lo que no le tienen ni aun los númenes celestes: que solo te lo ha otorgado la violencia. Las furias vengadoras, esas terribles divinidades del Averno, que persiguen el crimen para castigarlo, se aprestan á enviarte la tremenda des • gracia. Ve ahora si es la codicia quien ha dictado mi lenguaje. Bien pronto oirás en tu palacio los lamentos de los hombres y de las mujeres; bien pronto se levantarán contra tí las ciudades enemigas, las ciudades, en que los perros, los monstruos salvajes y los buitres han celebrado los funerales con los pedazos del difunto, llevando la impura fetidez á los hogares. Ahí tienes, ya que has encendido mi cólera, el dardo que, como hábil ballestero, te clavo en el corazón, y cuyo golpe flamante en vano tratarás de evitar.

Tú, muchacho, condúceme nuevamente á mi morada, y que en adelante desahogue éste