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LA «ANTÍGONA»

á todos los mortales; pero el que yerra, si repara los males causados por su error, si no permanece impasible, obra feliz y sábiamente. La arbitrariedad, es madre del error. Cesa, pues, de molestar á ese difunto; deja de herir á un cuerpo inerte. ¿Qué valor hay en matar á un muerto segunda vez? Este consejo me lo inspira tu interés; mira que son útiles siempre los avisos de la prudencia.

CREONTE

¡Viejo! Veo que venís todos como arqueros á lanzar vuestros dardos contra mí. Los adivinos turban ahora mi reposo; antes los de mi familia me han vendido como mísera mercan, cía. Seguid todos en vuestro tráñco, ganaros todos el electrón de Sardes y todo el oro de la India; pero á ese no lograreis, no, que se le dé sepultura; aunque las águilas de Jove quisieran llevarle en pedazos como ofrenda ante el trono del rey de los dioses, ni aun así, permitiría su inhumación. Y no temiera cometer con ello profanación: porque yo sé bien que los dioses están al abrigo de las profanaciones de los mortales.

¡Oh, anciano! Los hombres mas hábiles se