descripciones “objetivas”, en las que sin embargo apela a imágenes monstruo- sas donde no es difícil advertir una alteración en los sentidos. De lo que bebe Hardoy no se dice una palabra en el texto, y mientras Mauro camina “con paso de borracho” el narrador ni siquiera se pone de pie. El torrente sentimental de Mauro se convierte en Hardoy en un discurrir exacerbado que identifica a Celina con la milonga y culmina en la sentencia: “lrse con Mauro había sido un error” (LPC: 131). De este modo, el abogado se convierte en juez y decide reparar el error, si Celina "había renunciado a su cielo de milonga”(LPC: 132), la aparición la devuelve en su esencia, no en lo que fue efectivamente, sino en lo que “pudo ser ella en lo de Kasidis (. . .) se daba con toda la piel a la dicha y entraba otra vez en el orden donde Mauro no podía seguir/a. Era su duro cielo conquistado"(LPC: 136). De este modo, el hecho fantástico no rompe un orden sino que lo restituye, devolviendo a Celina a un espacio donde sería más accesible para Hardoy. No se trata de postular una lectura psicologista del cuento que normalizaría el sentido clasi■cando el escándalo fantástico como alucinación alcohólica, sino de señalar que las lecturas más frecuentes del texto han seguido la posición del narrador personaje Hardoy. Precisamente DPC, el texto que nos devuelve al Santa Fe Palace, parte de una situación en la que Anabel -nueva Celina- está absolutamente disponible para ‘Cortázar -nuevo Hardoy-, pero en esta relectu ra se han perdido las certezas sobre el poder que otorga el dominio de la escritura. Un dato secundario apuntado en la primera página de LPC expresa esa misma descon■anza: “Parece que el médico empezaba a escribir una larga receta cuando Celina abrió los ojos y se acabó de morir con una especie de tos, más bien un silbido” (LPC: 1 17-1 18). Sin embargo, mientras la escritura que responde al saber médico se muestra ine■caz para detener el proceso dela vida y dela muerte, ya que con■rma la lógica de un tiempo irreversible en un espacio homogéneo, la escritura literaria, que supone la incorporación de la incertidum- bre, produce una alteración en el tiempo y reconoce la existencia de espacios heterogéneos (el “lado de acá” y el “lado de allá”) a los que, si no es posible acceder, al menos es posible asomarse. sumerge en un torrente de sentimentalismo y alcohol, Hardoy exaspera las 85
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