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BRUTO

Buenos caballeros, poned vuestros semblantes risueños y alegres, no sea que vuestras miradas revelen nuestros propósitos, sino, a imitación de nuestros actores, espíritu sereno y aire digno. Y con esto, buenos días a todos.

(Salen todos, menos Bruto.)

¡Muchacho! ¡Lucio! ¿Dormido como un tronco? Pero no importa. Goza el dulce y pesado rocío del sueño. ¡Tú no tienes ni los cálculos ni las fantasías que el afanoso cuidado hace brotar del cerebro de los hombres! ¡Por eso es tu sueño tan profundo!

(Entra Porcia.)


PORCIA

¡Bruto, mi señor!

BRUTO

¿Qué os sucedé, Porcia? ¿Por qué os levantáis ya? No es conveniente para vuestra salud exponer así vuestra delicada complexión al crudo frío de la madrugada.

PORCIA

Ni para la vuestra tampoco. Os habéis deslizado del lecho furtivamente, Bruto, y anoche, durante la cena, os levantasteis de pronto y, cruzan-