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excitar a sus criados a un acto de furor, y luego aparentar que se les reprueba. Se verá así que nuestro propósito tenía por motivo la necesidad y no el odio. Con tal apariencia a los ojos del vulgo se nos llamará purificadores, no asesinos. Y respecto de Marco Antonio, no penséis en él, pues no tendrá más brazo que el de César cuando la cabeza de César se halle cortada.

CASIO

Sin embargo, le temo, porque en el profundo afecto que profesa a César...

BRUTO

¡Ay, querido Casio! No penséis en él. Si ama a César, todo lo que puede hacer será contra sí mismo, darse a la melancolía y morir por César. Y aun esto es decir mucho, pues es aficionado a juegos, a disipación y a la abundante compañía.

TREBONIO

No es de temer; que no muera, pues quiere vivir y ha de reírse de esto más tarde.

(Suena un reloj.)[1]

  1. El lector advertirá el anacronismo de sonar un reloj en la Roma de Julio César. Shakespeare —que se preocupaba poco de anacronismos, todos o la mayoría voluntarios— busca aquí un efecto escénico, sacrificando un pequeño detalle de la verdad histórica al espíritu rudo de su época.