Página:Julio César (1921).djvu/37

Esta página ha sido corregida
31

de vuestras reservas, y ésta es la causa de que ocultara en mi seno pensamientos de la mayor importancia, dignos de meditarse. Decidme, querido Bruto, ¿podéis veros la cara?

BRUTO

No es posible, Casio, porque los ojos no pueden verse a sí mismos sino por refracción, o sea, mediante otros objetos.

CASIO

Justamente, y es muy lamentable, Bruto, que no tengáis espejos que reflejen vuestro oculto valer ante vuestras miradas, a fin de que pudierais contemplar vuestra imagen. He oído a muchos de los hombres más respetados de Roma —excepto el inmortal César— hablar de Bruto y, gimiendo bajo la opresión de la época, suspirar por que el noble Bruto abriese los ojos.

BRUTO

¿A qué peligros quisierais arrastrarme, Casio, que me hacéis buscar en mí mismo lo que en mí mismo no hay?

CASIO

Vaya, querido Bruto, preparaos a oír; y pues-