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Juan el Loco


Cual de otro mar la siempre hermosa Vénus,
Un mundo de fantásticos colores,
Bello, cual nunca lo soñára el génio.
Rios de luz sobre los verdes montes
Vierte á raudales esplendente Febo
Y cual rotondas de cristal las cimas
A los ojos se muestran del mancebo.
Rica y esplendorosa pedrería
Semejan las cascadas desde lejos,
Como si en verde estuche de esmeralda
Las arrojáran invisibles génios.
Palmas y sicomoros que se mecen
Al blando soplo de amoroso zéfiro,
Tienen, cual rica alfombra, verde mirto,
Y olorosos jazmines como cetro.
Junto al claro nopal el áloe oscuro
Por cuyas pencas, con ardiente anhelo,
La poética adelfa alza sus flores
Que dan al aura cariñoso beso.
Luego, la luz tranquila del crepúsculo,
La muda soledad, el vago acento
Del murmurante lago, la ambrosia
De la silvestre flor, el aletéo
De las canoras aves de la selva,
La mente embriagan, y en febril deseo
El gozo se convierte; y súbito oye
El compás de armoniosos instrumentos,
Las dulces notas de una lira, el sordo
Vago rumor del mar; ora de Homero
El cántico inmortal bañado en ondas