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la provincia de los comechingones. "De allí, agrega, salí al descubrimiento de lo de César, de donde salí con gran necesidad y perdí muchos caballos y esclavos y puse mi persona en gran riesgo." Los testigos ratifican esta esposición.

El origen de la creencia de los españoles en la existencia de aquella ciudad data de los primeros días de la conquista de estos países. Contábase que en 1527, cuando Sebastián Cabot, primer explorador del río Parana, fundó una fortaleza en el punto de reunión de este río con su afluente el Carcarañá, despachó cuatro soldados á reconocer los territorios del interior. Uno de sus soldados, el único cuyo nombre se recuerda, se llamaba César. Penetraron éstos hasta Tucumán, y dirigiéndose en seguida hacia el sur, llegaron, según se refiere, a una tierra muy poblada, abundante en plata y oro, gobernada por un cacique poderoso que recibió hospitalariamente á los castellanos. Después de residir algún tiempo entre esos indios, recibiendo de ellos todo género de atenciones, César y sus compañeros dieron la vuelta á juntarse con Cabot. Hallaron destruido y abandonado el fuerte, y entonces se dirigieron al norte y llegaron al Perú en los momentos en que Pizarro comenzaba la conquista de este imperio. Hicieron allí la relación de sus fabulosas aventuras, y ella dió origen a que se creyera en la existencia de aquella región maravillosa, que los españoles denominaban «lo de César». Vease Lozano, Historia de la conquista del Paraguay, lib. IV, cap. Más tarde se supuso que la encantada ciudad de los Césares había sido poblada por indios fugitivos del Perú después de la conquista, o por españoles náufragos en el estrecho de Magallanes."

En los «Documentos» de Gay encontramos la siguiente exposición de Fr. Benito Delgado: "Notoria es la credulidad con que los gobernadores de Valdivia a mediados del último siglo admitieron las nociones de ciertos indios sobre la existencia de varias grandes ciudades españolas en las cordilleras de esta provincia. Al oírlos no se hubiese dudado el que estas misteriosas ciudades encerraban inmensas riquezas, que excitaron tanto la concupiscencia cuanta la curiosidad de los jefes, y de orden real se hicieron repetidas expediciones para descubrir este nuevo Dorado.—Dieron la vuelta, y en el camino logró Aburto hablar al cacique Vurin, quien le manifestó el motivo de su fuga y que, supuesto que los españoles no iban á hacerle daño, que en llegando la tropa, les enseñaría el camino para los Cesares españoles que buscaban, los cuales, dijo, que están de la otra banda de la cordillera, junto á otra laguna, Llanquihue, y no muy distante de la de Puyehue, pues de año en año solían oirse tiros!—La mayor incombinación que se halla en todas las dichas noticias, es acerca del sitio y paraje donde están situadas las poblaciones de dichos españoles, poniéndolas unos inmediatos á la laguna de Puyehue, otros cerca de Ranco, y otros en una isla.—Fuera de que los mismos poelches, los pehunenches, los de Ranco y otros muchos indios que están al norte de Valdivia constantemente afirman haber heredado de sus mayores esta misma tradición de estar ahí los españoles,