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corazón de los chilenos venideros, cual de fragante flor queda aún el perfume en el aposento en que estaba, cuando ella ya no existe. Truéquese ese reflejo tuyo dentro del corazón de todo hijo de Chile en la imperecedera divisa: ¡Sucumbe libre, pero no esclavo! ¡La victoria ó la muerte!—Yo en tanto que la iniciada amalgamación de araucanos con forasteros se consuma, me retiro á los volcanes cercanos, para velar allí por la bienaventuranza de esta tierra y para volverme á los corazones de sus hijos, cuando ya no existan diferentes tribus chilenas mal concertadas, mas sí un Chile unificado que, después de haber lanzado de sí las costumbres malas de los que lo poblaron anteriormente, se quedó con las buenas que éstos poseyeron. Adiós, mi rica villa de Lauquén. Piérdete en las simas cristalinas de este lago, pero pase el recuerdo de tí de una generación ú otra; á todos á cuyos oídos la tradición de Villarica llegue, llénese el corazón del ardiente deseo de volver á dar con la perdida Ciudad Encantada. Y truéquese este buscarte en amor á tí, en amor á los que te poblaron, en amor á Arauco, en amor á Chile. (Todo el fondo, relumbrando en diversos colores, es sacudido reciamente. Truenos y ruidos subterráneos El fondo empieza á sumergirse.—Cae el telón.)


FIN.