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en tu sueño te custodie, hasta que tus cansados sentidos hayan recuperado su anterior vigor y frescura. Eres inocente. Duerme tranquilo, mi Tulcomara. (Le da un beso en la frente. Rómpense las cuerdas del arpa. Se incorpora Tulcomara y empuña la lanza. Huye Tegualda).

Tulcomara. ¿Enemigos aquí? ¿Quién mi reposo osa interrumpir? ¡Hola! Tú que huyendo estás, con culpa te sabrás. (Lanza el dardo y Tegualda cae herida al suelo). ¡Ay de mí! ¿A quién quité la vida?. ¡Mi esposa! Tegualda! ¿Cómo pudo suceder esto? Yo soy inculpable.

Tegualda. Es la inocencia tuya la causal de mi desdicha. Estoy perdida.

Tulcomara. ¿Pero qué fué que te indujo á interrumpir tan bruscamente mi sueño?

Tegualda. ¡Déjame! No mortifiques á una agonizante.

Tulcomara. Una respuesta sólo te pido. ¿Qué te llevó acá?

Tegualda. De Colca seguí el infausto consejo. Me dijo él, que tú dispensabas tus favores y tu amor á otra hija de Lauquén, que no es la hija de Mareguano.

Tulcomara. ¿Y tú, Tegualda, diste crédito á esa calumnia?

Tegualda. Pura convencerme de su vanidad, me vine aquí.

Tulcomara. Y este instrumento, ¿qué significa?

Tegualda. Esa arpa me la dió Hueñuyún.

Tulcomara. ¿Y para qué fin?

Tegualda. Todos los que la oyen, se duermen; y el que la tocó, obtiene del adormecido las respuestas solicitadas.

Tulcomara. Su virtud adormecedora la he experimentado; ¿y á fuerza de esa otra virtud que diciendo estás, qué supiste?

Tegualda. Tú me dijiste soñando todo lo que quise saber de tí.

Tulcomara. ¿Y te cercioraste de qué?

Tegualda. Me convencí de que era calumnia lo dicho por Colca. Y en comprobación de tu inocencia se rompieron las cuerdas del arpa.

Tulcomara. ¡Tegualda, Tegualda! No me abandones. Yo te vengaré; mas no me dejes. No abandones de esta manera á tu esposo. Quédate conmigo, que jamás me alejaré ni un solo paso de tí. Perennemente te llevaré sobre mis brazos, y jamás tercera persona se interpondrá entre tú y yo. Mi querida, no me abandones. No desampares á tu Tulcomara. Quédate conmigo.

Tegualda. Las fuerzas me van faltando. En mucho me favorecen hoy los dioses. Hoy había expresado el deseo de morir un día en tus brazos; y ellos me conceden ya ese favor hoy mismo, el mismo día en que exterioricé el deseo. Oh, estré-