Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/47

Esta página ha sido corregida
— 47 —
ESCENA VIII
Tegualda. Hueñuyún.

Tegualda. (Irguiéndose). Ha cesado la presión aquí entre mis sienes. Libre me siento de azoramiento y congoja. Los dioses me han escuchado. Hueñuyún me salvará. Rebosa de agradecimiento mi pecho. ¿Y este perfume que percibo, de donde viene? No lo exhalan las flores que en derredor de mí veo. Hueñuyún estará cerca de aquí. Aquí está ella. Tu eres Hueñuyún, de Pillán enviada para consolarme, para socorrerme. En viéndote, ya me siento consolada. Me humillo ante tí, oh benigna diosa, y te ruego con todo el fervor de un amante pecho: socórreme. Socorre á esta atribulada criatura, que Tegualda se llama.

Hueyuñún. A consolarte vengo, Tegualda. Oye. Según el mandato de Pillán, me acerqué pocos ratos há á Tulcomara, para examinarlo tocante al juramento que ha prestado ayer. Intenté primeramente por todos los medios naturales y sobrenaturales que á mi disposición estaban, pero él quedó fiel á su Tegualda. En seguida procuré despertar los celos en él, insinuando, que alguien te había visto en brazos de un varón que no era Tulcomara. Tulcomara no quiso prestar oídos á tales calumnias, que mal de mi grado tuve que inventar, pero no obstante se alejó él para llevarte en tentación, y ¡ay de nosotros! poco rato tan solo has podido resistir á sus embestidas.

Tegualda. ¡Oh Tulcomara! Mi Tulcomara! Vuelve! Perdona! no he pecado, y si inconscientemente pequé, por tí ha sucedido. Yo también fuí alucinada. No fué el pastor que me hubo embelesado, sino que fué la voz conocida y amada, que por vez segunda conmovió todos mis sentidos. Aquella voz me ha seducido, no el labrador desconocido, á obrar en favor de tí, mi Tulcomara.—Y Lauquén, dime Hueñuyún, la bella ciudad boroana, ¿se perderá ahora, ya que en el pecho de Tulcomara los celos han tenido cabida?

Hueñuyún. No me es dado responder á esta pregunta. Es cometido mio formar parejas y desbancar discordias que entre amantes pudieran sugerir. Y tu también volverás á verte con Tulcomara, si sigues el consejo que voy á darte.

Tegualda. La senda que tú para mis pies eligieres, la caminaré. No puede ella llevar á mal término. No, no puede ser sino bella y dulce esa senda, cual tú eres, oh piadosa Hueñuyún.